sábado, 21 de marzo de 2015

CAPÍTULO XIX

Es aquí donde Cervantes decide apelar a Don Quijote con un nombre más romántico, tal y como puede ser El Caballero de la triste figura. Es un nombre que en mi opinión engloba mucho más que un simple apelativo.

Sancho Panza al nombrar así a Don Quijote parecía mostrar cierta admiración por él y a su vez también muestra cierta metaficción por parte de Don Quijote quien parece conocer en cierto momento del relato, la existencia de un narrador, de un escritor, de alguien que simplemente le ha dado vida escribiendo.

Escribir, crear historias, personajes, moralejas es mucho más que simplemente tatuar letras a un papel. Escribir es crear vida más allá de nuestra realidad, es transmitir sensaciones, transmitir amor, dolor, pasión, lujuria, pereza… La escritura es una de las mejores formas de crear arte. Escribir es tener el privilegio de poder entender de un modo mucho más metafísico la realidad tan mundana que nos rodea y transformarla en todo lo que tu imaginación, tu subconsciente, tu parte más consciente, tus deseos… pueden escribir.

Y es entonces cuando se habla de la magia de la escritura, de llorar leyendo un libro, de reír a carcajadas, de conocer el amor, de conocer la muerte, de sentir, de volar más allá del lugar donde te encuentres y llegar a otro totalmente distinto que tú mismo has sabido reflejar y que otras muchas personas pueden tener la oportunidad de disfrutar si tú mismo lo deseas. Entonces es así como don Quijote conoce o parece conocer su situación de personaje de un cuento y lo acepta con serenidad y esto es porque Cervantes ya había creado vida más allá del papel insulso y el correr de la tinta. 

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