sábado, 21 de marzo de 2015

“No hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma"

“No hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma"
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Y es que esta frase parece culminante en este capítulo donde Don Quijote decide por primera aceptar su derrota, y su culpabilidad en la que acababa de ser hasta ese momento la última batalla como “caballero andante”.

Y es que esta frase nos puede transmitir dolor, tristeza, melancolía, agonía tanto por el futuro como por el pasado.  Es aquí donde todos podemos intentar recordar ciertos momentos tanto felices como tristes de nuestra vida y quedarnos ahogados en un mar de vagos recuerdos, que de alguna forma u otra con el paso del tiempo, estos vagos recuerdos acaban desapareciendo, con ellos desaparecen las personas, desaparecen los sentimientos, las ilusiones e incluso las mejores de las esperanzas.


Por otro lado, mucha gente parece apreciar tanto la vida, pero nunca el paso del tiempo. Ese tiempo que día tras día nos consume, nos consume la vida, pero no solo la vida, es ese mismo tiempo el que de alguna forma u otra al final termina con el mayor de los dolores o de las tristezas. Es por ello por lo que el miedo al paso del tiempo no debería de quedar tanto en nuestra mente, sino simplemente verlo como esa forma de aliviar nuestra tristeza en un sueño que tiene principio pero parece no tener fin. 

El filósofo griego Epicuro, hedonista refinado, partidario de los placeres superiores, sobre los que nos remiten a la animalidad, no creyente en ningún ser superior, al enfocar el problema de la muerte, desvelaba que ninguna persona debiera acongojarse pensando que todo acaba, siendo así porque del mismo modo que termina el placer, termina el dolor.
En nuestro Prerrenacentismo, por ejemplo el celebre autor de las coplas de pie quebrado decía:
"...cómo se pasa la vida/cómo se viene la muerte/tan callando/cuán presto se va el placer/como después de acordado da dolor/como a nuestro parecer/cualquiera tiempo pasado fue mejor."
Ambos autores tan dispares y desde perspectivas distintas u opuestas coinciden en que el paso inexorable del tiempo moldea la vida humana. Como dijera otro griego: "Como la caída de las hojas de los árboles, así el paso de las generaciones de los hombres".
Cervantes con sutil sabiduría señala la idea de que el transcurso del tiempo es como una apisonadora que allana montículos y hondanadas de la existencia convirtiendo el humano discurrir "en polvo en humo, en sombra, en nada".

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